Compartir

En los últimos años las películas documentales han ganado más popularidad y sus formas han cambiado totalmente. Ya podemos olvidarnos de documentos aburridos con imágenes de archivo acompañadas de un locutor con la voz monótona no son necesarios más. Hoy los directores compiten con nuevas técnicas y temas más originales e intentan cruzar las fronteras no sólo artísticas sino también éticas.

La película documental no es ya una relación objetiva de acontecimientos preparada para un propósito didáctico, informativo (o propagandístico). Los realizadores no tienen temor a expresar sus sentimientos y opiniones personales. Lo que es más, con mucho gusto mezclan géneros como, por ejemplo, en un documental de ciencia ficción como en “The Wild Blue Yonder” (Alemania, Reino Unido, Francia, 2005); o animación con reportaje como en “Waltz with Bashir” (Israel, 2008). Probablemente por eso la película documental poco a poco se conviene en un género más comercial. Desde hace poco tiempo estaba dedicada a un grupo de espectadores elitistas y elucidada sólo en los ya extintos cines de arte y ensayo o filmotecas. Hoy se los puede ver en los cines comerciales como Multikino (por ejemplo “Sugar Man”) o en los festivales de cine documental más populares y grandes de cada año.

La animación sirve para narrar la historia militar y real sobre la guerra de Líbano.

Sin embargo eso no es todo sobre los cambios. Las artistas van en sus experimentos más lejos, eligen las temas controvertidos y muy delicados, juegan con los sentimientos de los protagonistas y los espectadores. Además para muchos de ellos domina una regla: la imagen más “fea”, “dura”, “brutal” es la más verdadera así que es la mejor. Su propósito es dar un choque a los espectadores y los obligan a evaluar sus pensamientos. La cámara está siempre encendida y está grabando a los protagonistas incluso los momentos más íntimos. Los directores intentan alcanzar las almas de los protagonistas, su mentalidad y las emociones más escondidas. En estos casos el director es alguien más que un artista, es como un psicólogo y la película como una terapia. 

  

Material grabado por la NASA , imágenes de la Antártida y una historia de extraterrestres.

Eso que mencionamos arriba, pasa en “The Act of Killing” (Dinamarca/Noruega/Reino Unido, 2012), una película de Joshua Oppenheimer que trata sobre los miembros de un escuadrón de la muerte en Indonesia que en los años 60 eliminaron enemigos políticos y asesinaron a más de un millón de personas inocentes. La idea de la película era pedir a los asesinos reproducir sus crímenes enfrente de la cámara. Y aquí empieza algo grandemente grotesco: los criminales lo pasen muy bien demostrando como estrangulaban “comunistas” con un alambre y estilizan los escenarios de sus crímenes al estilo de El Padrino con atrezzos y vestidos. Se sienten como estrellas de Hollywood y enseñan las escenas grabadas a su nietos.

Los torturadores originales reconstruyen sus crímenes usando vestuario para la ocasión.

Esa imagen de la degradación de la humanidad es amenazadora para los espectadores. Sin embargo cuando uno de los atormenadores encarna en un papel de su víctima empieza a reflexionar sus hechos brutales y siente un poco de compasión. Es increíble que sólo una experiencia tan palpable le haga sentir arrepentimiento…

 Respecto a “The Act of Killing”, esto nos sirve para reflexionar sobre las fronteras de las películas documentales y el arte en general. En la mayoría de las escenas de esta película contrataban a personas vecinas: los niños o personas viejas actuaban como la familia de las comunistas. El problema es que muchos de ellos se compenetraron del papel tan fuerte que perdieron el sentido de realidad y revivieron la desesperación sincera, lloraban y se desmayaban cuando intentaban a proteger las comunistas. La pregunta es si los directores tienen derecho para jugar con la mente y los sentidos de otros, especialmente de personas tan susceptivas e indefensas como los niños. Si el fin justifica los medios. Si hoy es posible hacer arte sin cosas controvertidas y atentatorias. Eso tienen que considerarlo no sólo los artistas sino nosotros también como consumidores de arte y que tenemos influencia a su forma final.

[colored_box color=»grey»]

Vocabulario:

[/colored_box]

Basado en: „Żeby zabolało”, Janusz Wróblewski, [w:] Polityka, nr 2906, 8.05.2013.

Imágenes tomadas (por orden de aparición) de:

  1. http://killerstencil.com/2013/11/09/mff-2013-day-eleven/
  2. http://artagainstwarblog.blogspot.com/2011/04/antiwar-in-israeli-media-waltz-with.html
  3.  http://sensesofcinema.com/2013/cteq/the-wild-blue-yonder/
  4. http://sensesofcinema.com/2013/feature-articles/cinematic-scar-tissue-an-interview-with-joshua-oppenheimer-on-the-act-of-killing/
  5. http://www.thefader.com/2013/07/19/joshua-oppenheimer-the-act-of-killing/
Print Friendly, PDF & Email

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Escribe aquí tu nombre

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.