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Otoño, con esta palabra vienen a la cabeza muchas otras que están relacionadas: fresquito, colores naranjas y amarillos en los árboles y suelos, olores que ya no son veraniegos; como por ejemplo, el de las castañas asadas, el de las chimeneas…y el de la lluvia.

Ya es otoño y es más normal tener que sacar el paraguas pero muchas veces usamos una prenda especial: el impermeable. Hoy os vamos a hablar de cómo nació esta prenda tan útil y práctica durante los días de lluvia.

Las primeras para protegerse de la lluvia son de la prehistoria. Los hombres primitivos usaban capas, pantalones y algo que podemos llamar zapatos en sus pies para protegerse del frío y la lluvia.

Y un pueblo que habita el norte más helado de la tierra llamado inuit es experto en protegerse de la lluvía con prendas de piel de caribú (parecido al reno europeo) que cubrían con aceite de pescado, ¿para qué? para hacer resbalar y deslizar el agua.

Como en toda historia, los chinos también están presentes. En esta ocasión es porque aplicaban un producto especial a los papeles para conservarlos del agua. Además diseñaban distintas ropas en seda a las que daban un baño en aceite o cera para obtener el mismo efecto que los inuit, hacer resbalar la lluvia.

Ya en el siglo XVI, los colonos americanos descubrieron la sustancia que sería el origen de la invención del impermeable tal y como lo conocemos hoy en día. Estos colonos observaban que los indios usaban una sustancia para proteger el calzado y la ropa de la lluvia: la savia de los árboles Castilla elastica y Hevea brasiliensis. Esta savia es lo que conocemos hoy como látex, que en su origen es líquido pero al estar en contacto con el aire se seca y se transforma en una forma parecida a la goma: el caucho.

niap.gob.ec
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Pero hay que esperar hasta el siglo XVIII para que el látex de América llegue sin problemas a Europa y poder convertirlo en caucho, esta transformación se hará en el laboratorio del químico escocés Charles Mackintosh. Pero hasta este momento, el uso del producto que llegaba de las Américas terminó siendo otro útil invento para la humanidad: la goma de borrar.

Pero volvamos a nuestra historia, como muchos descubrimientos de la historia de la ciencia y la innovación, confluyeron una serie de circunstancias que resultaron en un gran invento.
Ocurrió en Glasgow y fue gracias a la luz de gas de las calles. Este gas se obtenía del carbón y el ingenioso Mackintosh compraba para la fábrica de tintes de su padre los restos del carbón, entre los que había una mezcla de líquidos llamados nafta. 

complementosmoda.es
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El científico experimentó con el caucho y la nafta consiguiendo un material impermeable y flexible, además no se pegaba tanto a otros materiales. En 1823 registró el invento y abrió una fábrica de abrigos impermeables para lluvia, que llamó Mackintosh.

Pero hasta llegar a lo que conocemos hoy tenemos que esperar unos años más, exactamente a 1839, y gracias a dos personas que consiguieron la vulcanización de la goma por caminos diferentes: por un lado, el estadounidense Charles Goodyear que por accidente (cayó sobre una estufa) comprobó que la mezcla de azufre y caucho resultaba una goma más dura, elástica y que duraba más tiempo. Como ya sabemos, él lo aplicó a la creación de los neumáticos para automóviles.

npenor.com
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Y por otro lado, tenemos al inglés Thomas Hancock, que trabajó mano a mano con Mackintosh para mejorar el primer impermeable además de conseguir un olor más agradable.

Y en nuestro días, los impermeables se fabrican con nuevos tejidos como «gore-tex», naylon o vinilo.

 

Artículo adaptado de www.rtve.es

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