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Imagen de un amanecer en las montañas.

En el texto que os presentamos hoy, nos encontramos ante un diálogo entre dos personajes. En este texto vamos a trabajar el vocabulario e intentar aprender nuevas expresiones.

Al final del texto, como siempre, encontrarás un glosario de términos pero, además,  se incluyen unas preguntas de comprensión que puedes responder en los comentarios.

No es fácil ya que el tono de la conversación tiene bastante retórica pero al tratar el tema que trata, espero que lo disfrutéis.

             – Cada vez que miro tus ojos veo la profundidad de este mar que tenemos frente a nosotros, veo la calma y la infinidad del cielo, veo la justificación y la razón de ser de mi vida, veo el amor en sí mismo, no una representación de él. Te amo tanto que no sé qué haría sin ti, qué sería de mi vida si tú me faltaras; me dejaría morir y mataría por ti, sin dudarlo ni un sólo instante. Y, sin embargo, jamás he escuchado de tus labios que tú sientas lo mismo por mí. ¿Es que quizá tú no me amas, aunque sea un poco? Es más, siempre he observado una tristeza y una melancolía en ti que no he visto en ninguna otra persona que haya conocido en mi vida, y me siento responsable por esta tristeza, me siento incapaz de poder aliviarla.

             – Aunque no me creas debido a mi actitud, yo también te amo mucho, muchísimo, tal vez no con esta locura tuya del primer amor, pero no por ello mi amor es menos cierto. Simplemente, temo el momento en el que tú ya no estés, en el que me faltes, en el que ya no ilumines mis días y mis noches, mi vida, y no quiero albergar muchas esperanzas.

              – No sé por qué dices eso. ¿Es que quizá no te he dicho mil veces que nuestro amor es eterno? ¿Es que no me crees cuando lo digo?

              – Me encantaría creerte, me gustaría cerrar los ojos y pensar que puedo amarte para siempre, que al abrirlos estaré a tu vera, que siempre podré sentir el tacto de tus manos en las mías, como ahora; me gustaría creerlo sinceramente, pero sé que lo que dices no es cierto, que nada nunca podrá ser para siempre, pues no hay nada eterno.

              – No me gusta que viertas lágrimas, y más si es por mi culpa. Toma mi mano y mírame a la cara. Así. Dime, ¿por qué estás tan convencida de lo que dices?

              – No te lo he dicho, y hace mucho que no se lo he dicho a nadie, tanto que ese momento prácticamente se ha difuminado en mi mente, y es que soy inmortal. Me desagrada que sonrías cuando estoy hablando tan seriamente, de algo tan duro. ¿Acaso no me crees?

              – Te creo a pie juntillas, jamás he dudado de ti, siempre he creído todo lo que me has dicho, incluso creo esto que me dices, por difícil que sea. ¿Pero por qué dices que ser inmortal es duro? ¿Acaso los hombres no desean vivir eternamente, no es ése un fin que la humanidad ha buscado desde siempre?

              – Los que dicen eso lo hacen porque no son inmortales; si lo fuesen, no se atreverían a hacerlo. He amado a infinidad de personas, he tenido muchas familias, he tenido gran número de hijos, nietos, bisnietos… Y los he visto morir a todos, he visto cómo crucificaban a mis seres queridos, cómo morían atacados por bárbaros, cómo eran juzgados y quemados en hogueras, cómo morían en batallas por reyes para los que eran simples objetos, cómo morían de enfermedades… Muchos han muerto en mis brazos, sabiendo que yo jamás podría acompañarlos. He visto cómo desaparecían aldeas en las cuales he fundado una familia, en las que he sido feliz, y que ahora ya no existen y nadie las recuerda, ni tan siquiera yo, pues los recuerdos se confunden en mi mente… Y por todo ello he vertido agrias lágrimas, por todo siento una enorme pena, una pena que arrastro conmigo y de la cual es imposible deshacerme; los recuerdos me aplastan y me doblegan, me impiden caminar con esperanza, me impiden ver un futuro iluminado, me impiden soñar.

             Y no hay manera de deshacerse de ellos, no hay manera de liberarse de esa pena: he intentado quitarme la vida en numerosas ocasiones, he tratado de golpearme la cabeza para tratar de borrarlos, pero todo ha sido en vano. Y si ya es malo ser consciente de la inmortalidad, desconocer por qué soy diferente al resto, por qué yo soy inmortal y el resto no (si es que hay alguna explicación para ello, pues jamás la he encontrado); peor es aún el hecho de estar en soledad en ello, de saber que no hay nadie que pueda llegar a comprenderme enteramente nunca, de no poder compartir esta pena con nadie más.

              – Puede que esté diciendo una estupidez, ¿pero acaso no puede ser que yo sea inmortal, como tú y que, por tanto, podamos estar unidos para siempre?

              – Me agrada que trates de animarme, me agrada saber que compartirías esta pena conmigo, pero dudo mucho que lo seas, pues en numerosas ocasiones me has hablado de tu infancia, de las cosas que hacías en tu juventud; y yo, sin embargo, no tengo ningún recuerdo de este tipo, no recuerdo el inicio de mi vida, si es que alguna vez ha existido; es más, mis recuerdos de muchos años atrás son confusos, y a veces llego a olvidar a gente amada, que se aparecen en algunos de mis sueños, como tratando de vengarse del olvido por mi parte. Es horrible.

              – Si tanto te pesan los recuerdos, si tanto pesa el perder a tanta gente, ¿por qué no dejas de amar, simplemente? ¿Por qué querrías volver a pasar por el tormento de perder a alguien amado?

              – Porque bastante dura y vacía es la vida como para prescindir del amor. El amor presente alivia el peso de la existencia y vence en mucho a los amores pasados, aunque éstos pesen, duelan y dobleguen el ánimo. ¿Tendría entonces algún sentido mi vida, si no amara? El amor me hace seguir en pie, me permite caminar, aunque sea renqueando, me permite avanzar. Aún así, me gustaría morir en brazos de la persona amada, me gustaría ser yo el recuerdo de alguien, hasta que ese recuerdo se desvaneciera con la muerte liberadora. Por eso te digo: no temas a la muerte el día que venga, pues ella te liberará, te convertirá en recuerdo para aquellos a los que has dado sentido, y te quitará la losa de la existencia.

Preguntas de comprensión y expresión:

  1. ¿Quiénes participan en el diálogo?
  2. ¿Qué emociones sienten los dos personajes?
  3. ¿Dónde crees que tiene lugar esta conversación?
  4. ¿Cómo crees que podría continuar el diálogo? ¿Puedes completarlo tú?

Vocabulario:

a tu vera: a tu lado, junto a ti.
viertas (de verter): derramar, liberar un líquido.
Acaso: quizá, tal vez (cuando hacemos una pregunta).
a pie juntillas: totalmente, con confianza ciega.
fin: objetivo, interés.
deshacerme (de deshacerse): desprenderse de algo, eliminar algo.
doblegan (de doblegar): someter, ejercer poder y fuerza sobre algo o alguien.
pena: [en este contexto] castigo, sanción.
en vano: en balde, sin resultados.
agrada (de agradar): gustar, complacer, satisfacer, animar.
tormento: dolor, sufrimiento, castigo.
renqueando: andar como cojo o dando bandazos, con dificultades.
losa: literalmente; piedra llana, fina, labrada (la losa de una tumba). Figuradamente; carga, cosa penosa y dificil de superar.

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