Aunque con esta sección me había propuesto contar cosas sobre los primates, esta tarde unos amigos me han hecho recordar una historia que me pasó, hace ya más de 20 años, y he pensado contárosla. Mis padres siempre fueron de esos que piensan que para aprender hay que ver cosas, por eso solían llevarnos a buscar aventuras los fines de semana. No hacía falta ir muy lejos, en cualquier rincón de Cantabria encontrábamos lugares interesantes que visitar.
Uno de esos fines de semana, mis padres, unos amigos y sus hijos, fuimos a pasear entre los hayedos y robledales del valle de Campoo. Como por arte de magia, nos encontramos con el Monasterio de Montesclaros. En un idílico paisaje se encuentra este santuario situado a media ladera del Pico Solaloma, con el río Ebro a sus pies. Un lugar maravilloso, de ensueño, donde puedes escuchar el canto de los pájaros y el crujir de las ramas. Un lugar donde perderte entre los verdes bosques y evocar la vida de nuestros ancestros, en comunión con la naturaleza. Un lugar inolvidable… aunque yo sólo recuerdo, ¡los hipopótamos con alas!
Mientras me aburría de la conversación de los adultos acerca de la fachada del monasterio, el estilo, la edad, las remodelaciones posteriores,… yo miraba con anhelo el bosque, esperando que se decidieran a retomar el viaje. A mí me parecía pesadísimo mirar edificios… Los niños, ¡como éramos!
Vi a un monje acercarse, -lo siento, no recuerdo su nombre. Quizá ni siquiera lo dijo-. Pero lo que sí recuerdo es que nos dejó desconcertados:
«¿Apostáis un beso (en la mejilla, ¡no seáis mal pensados!) a que puedo enseñaros un hipopótamo con alas?»
Los adultos rieron de inmediato mientras nosotros, los niños, nos quedábamos con la boca abierta. Le pregunté a mi madre si era verdad, ¿cómo podía ser? Los hipopótamos pesan mucho para volar. Ella me dijo que no lo sabía, que deberíamos preguntar al monje. Eso hice y el respondió lo mismo:
«¿Apuestas un beso a que puedo enseñarte un hipopótamo con alas?»
Yo dije que sí, por supuesto, siempre he tenido avidez de conocimientos. Pero pensaba que era algún tipo de broma, que me estaba tomando el pelo. Peor aún, pensé que mis padres sabían algo que no nos decían. Aunque más tarde les pregunté y estaban tan desconcertados como nosotros.
Seguimos al misterioso monje (ni siquiera puedo hacer una descripción de él, solo recuerdo que era delgado) a través de lúgubres pasadizos que parecía tuvieran mil años, oscuros, húmedos, sombríos. Por un momento pensé que era un asesino y que acabaríamos en las criptas del monasterio, pero aquel monje hablaba sobre las apariciones de una virgen y un montón de cosas nada amenazantes que no recuerdo; supongo que no prestaba atención. Así que no parecía una mala persona, aunque sí un poco extraño.
Al fin llegamos a una habitación, o mejor dicho, a una especie de estancia dividida en tres, en una de ellas estaba su cama, el resto del espacio estaba cubierto de cuadros llenos de insectos, coleópteros, mariposas, miles de especies. También había cajones, mesas y cajas todas llenas a rebosar. Me quede estupefacta. ¡Nunca pensé que los monjes pudieran ser entomólogos! Yo pensaba que sólo rezaban…
El monje-entomólogo rebuscó en unas cajas y, finalmente, me enseñó una especie de mariposa, la más rara que yo hubiera visto jamás y, tal y como decía el monje ¡parecía un hipopótamo con alas! Así que perdí la apuesta, tuve que darle un beso a aquel maravilloso personaje ¡y lo hice de buen grado!
Todos los recuerdos de ese día están nublados y han ido perdiendo nitidez con los años. Realmente no estoy segura de si la historia ocurrió exactamente como la he contado, pero lo que vivamente recuerdo y estoy segura de que nunca olvidaré, fue la “Hipoposa”; mi hipopótamo mariposa. Nunca antes había visto ningún animal que rompiera mis esquemas mentales de lo que es “normal” y lo que puede existir. A partir de entonces mi mente se abrió a la realidad de la naturaleza, esto es: cualquier cosa es posible, incluso un hipopótamo con alas.
Años más tarde busqué el nombre de aquella asombrosa mariposa y resulta que es una fulgoria laternaria. Es un insecto hemíptero del suborden Auchenorrhyncha que habita en bosques tropicales de México y América de Sur. Puede medir hasta 9 centímetros y se alimenta de vegetales y néctar. También la llaman “mariposa cocodrilo”, porque parece que ha modificado su cuerpo de tal modo que se asemeja a un cocodrilo o a algún animal de mayor tamaño. Es una estrategia muy usada por mariposas y otros muchos animales, se «disfrazan» de animales más fuertes y temibles y así evitan ser depredados, lo que favorece su supervivencia. Cuando la vi por primera vez quede totalmente impactada, pero aún ahora, veo las fotos, y me parece imposible que pueda existir un animalito así de extravagante.
Nunca dejará de maravillarme la naturaleza, las millones de maneras que tiene de sorprendernos, de reinventarse y de innovar para conseguir preservar la vida en todas las formas posibles e imaginables.
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Vocabulario:
hayedos: lugar donde hay muchas «hayas», que es un árbol de hasta 40 m de altura, tronco grueso y liso de corteza gris y ramas de gran altura
robledales: lugar donde hay muchos «robles», árbol de gran tamaño,hojas perennes,flores unisexuales y fruto amargo,llamado bellota.
ladera: es la inclinación de un monte, el lateral.
ensueño: ilusión o fantasía.
crujir: ruido que hacen las cosas al romperse
evocar: traer alguna cosa a la memoria o a la imaginación.
anhelo: deseo muy fuerte de conseguir algo.
retomar: volver a algo anterior.
avidez: deseo muy fuerte de conseguir algo.
lúgubres: oscuras, melancólico, triste.
sombrío: lugar con poca luz.
rebosar: tener mucho de una cosa.
entomólogo: persona especializada en el estudio de los insectos.
estupefacta: no poder reaccionar ante una situación.
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