
Si uno maneja por las rutas argentinas a lo largo de todo el país, además de grandes extensiones de tierra con distintos paisajes que varían según los kilómetros, es común encontrarse a un costado del camino con pequeños altares u oratorios. Unos con pilas de botellas vacías o algunas hasta llenas de agua, y otros con flores y cintas rojas que flamean con el viento. Se trata de homenajes a la Difunta Correa y al Gauchito Gil, dos míticos personajes del folklore del interior argentino.
Un gaucho rebelde
Con algunas diferencias, hay más de una versión sobre su historia. En lo que todos concuerdan es en afirmar que Antonio Gil fue un gaucho de las pampas argentinas, de carácter fuerte y devoto de San la Muerte, un personaje de culto pagano venerado en algunos lugares de Latinoamérica, representado por un esqueleto con una guadaña. Muchos lo usan como amuleto contra maleficios y desgracias.
La versión más extendida de la leyenda cuenta que Gil tenía un romance con una mujer viuda y adinerada, relación que no era aceptada por los hermanos de la mujer, por lo que el gaucho decidió alejarse y alistarse en el ejército para combatir en una guerra. Luego de ésta al ser reclutado por un partido político para volver a enfrentarse en una guerra civil, el gaucho se escapó. En aquel tiempo, fines del 1800, la deserción era un delito por lo que luego de capturarlo, lo degollaron. El mito describe que antes de morir le dijo a su verdugo que debía rezar en su nombre para salvar la vida de su hijo enfermo, y que al cumplir con esto el hijo del verdugo se curó milagrosamente. Por esto, el verdugo lo enterró en agradecimiento y allí mismo construyeron un santuario. Hoy en día muchos que creen en la veracidad de esta versión y lo creen santo, le piden favores y protección, y lo recuerdan con cintas y banderas rojas, color del pañuelo que usaba el Gaucho Gil en honor al partido político del que era parte.
Otra versión refiere a que el Gaucho Gil era un cuatrero que robaba ganado y que al ser reclutado por el ejército para combatir en una guerra, deserta pero lo capturan. Cuando estaban por ejecutarlo de un tiro con arma, por haber desertado y por los otros delitos cometidos, el Gaucho le dijo al comisario encargado de su ejecución que él era inocente y que cuando supiese que su hijo, el del comisario, estaba muriendo a causa de una enfermedad debía invocar su nombre, el del Gaucho Gil, para salvarlo.
Otras versiones suponen que al ser devoto de San La Muerte no podía ser muerto a balazos y algunos otros detalles particulares. Lo cierto es que el mito sigue vivo en las carreteras argentinas donde se lo venera con cintas rojas y pequeños altares con su imagen o flores. El santuario oficial está ubicado cerca de la ciudad de Mercedes, en Corrientes, de donde era oriundo y que recibe cientos de peregrinos cada año.
Vos, ¿de quién sos devoto?