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La fascinante historia de Diego Byk: capítulo 10

Capítulo 10: A por todas

Diego estuvo un día más en el hospital. De allí fue trasladado a la comisaría, donde estuvo más de tres horas con el jefe de policía, un hombre muy menudo con el pelo grisáceo y mirada inteligente. Diego le contó toda la historia de su padre pero sin demasiada convicción. Imaginaba que no le creería así que para qué esforzarse. Lo que en realidad le interesaba era sacar información.

– Señor agente, ¿podía decirme quién es mi padre y en qué está metido? Más que una pregunta, parecía un ruego-.

– Tu “supuesto padre” es un buen elemento. Estuvo en la cárcel, fue detenido varias veces por agresión y es sospechoso de asesinato de uno de los capos de la mafia búlgara, pero como no tenemos ninguna prueba ni denuncia contra él, no podemos arrestarlo. Le haríamos un favor porque como la mafia lo encuentre, lo matará.

– ¿Están seguros de que fue mi padre?

– No, pero todo indica que fue él. Como sabrás, la Tasca Dourado era de la familia Dourado. Era un lugar mítico de tapas y vinos. Siempre estaba lleno de gente. Les iba muy bien pero por alguna razón, un día decidieron venderlo. Durante años tuvo varios propietarios y todos fracasaron. La Tasca Dourado ya no es lo que era.

El policía hizo una breve pausa, bebió un sorbo de café de máquina y continuó.

– Una familia de búlgaros llevan el local desde hace un par de años. Estamos convencidos de que son mafiosos. Todos los días entra y sale gente rara. Me imagino que Dourado tenía algún negocio sucio con ellos ya que frecuentaba el local muy a menudo. El año pasado los búlgaros le dieron una paliza. Tu supuesto padre estuvo en el hospital dos semanas.

Diego no podía dar crédito a lo que escuchaba. A él le había pasado algo parecido hacía unos días.

– Casualmente, justo cuando abandonó el hospital– prosiguió el policía- apareció muerto el jefe de la mafia búlgara. Le habían pegado un tiro en la cabeza.

Diego Byk salió de la comisaría y se dirigió hacia una placita que había al final de la calle. El cielo estaba nublado, igual que su cabeza y su corazón. Sonó un trueno lejano. Amenazaba tormenta. Cuando llegó a la placita se sentó en un banco y sacó la foto de sus padres en la playa. Otro trueno sonó. Madres y niños comenzaron a abandonar la plaza. Diego se quedó solo sin apartar los ojos de la foto, observando lo feliz que parecía su padre en ese instante y lo infeliz que debería de ser ahora. Levantó la cabeza y miró hacia el cielo, hacía tiempo que no hablaba con Dios.

– Señor, ¿qué hago? ¿Sigo buscando a mi padre a pesar de ser un asesino, a pesar de abandonar a mi madre?

De repente se levantó un fuerte viento, comenzó a llover con violencia, los truenos eran ensordecedores y los rayos caían a escasos metros de él.

– Señor, gracias por tu señal. Buscaré a mi padre cueste lo que cueste, no me importa lo que haya hecho, es mi padre y cuando lo encuentre, le partiré la cabeza al hijo de puta que me agredió.

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