
Capítulo 6: Justyna Byk
Estuvimos en el bar Alhambra hasta que nos echaron; a las cuatro de la madrugada. Diego hablaba sin parar y yo lo escuchaba. Tenía la sensación de que no había hablado sinceramente con nadie desde hacía años.
Diego habló de su padre pero también mucho de su madre:
– Santiago, espero que no pienses que mi madre es una facilona, que se acuesta con el primer tío que le gusta.
– No, no, claro que no …
Ni se me había pasado por la cabeza una barbaridad así pero Diego quería asegurarse de que yo no pensaba mal sobre su amada madre.
Mi madre solo tuvo un hombre en su vida– continuó hablándome- Que yo sepa nunca ha vuelto a estar con otro y eso que siempre ha tenido muchos pretendientes. Tiene 40 años pero aparenta 30. Es rubia, alta, elegante, culta, buena, simpática y, como se dice en español, tiene un par de huevos. Es una persona muy luchadora, hecha a sí misma, sin miedo a nada ni a nadie.
La pobre tuvo que abandonar su carrera de filosofía cuando se quedó embarazada de mí. Siempre la animo a que retome sus estudios pero ella no quiere, dice que es demasiado mayor para ir a la universidad.
Cuando era pequeño mi madre trabajaba en una biblioteca pública. Mi abuela me cuidaba pero cuando murió, mi madre tuvo que dejar el trabajo para hacerse cargo de mí. La situación era complicada. Con un niño pequeño, sin trabajo, sin dinero y sin ayuda de nadie, mi madre decidió que solo había una opción: trabajar en casa y así poder atenderme.
Aprendió a coser muy rápido y montó su propio negocio: MODISTERÍA BYK: TALLAS ESPECIALES.
Sus primeros clientes fueron una pareja muy peculiar. Él medía casi dos metros y pesaba sobre 200 kilos. Ella medía 1,45 metros y pesaba unos 40 kilos. Se iban a casar a la semana siguiente pero no encontraban un traje y un vestido a su medida. Mi madre se los confeccionó. La pareja quedó tan satisfecha que le pagaron el doble. Se corrió la voz y en poco tiempo mi madre tenía un montón de clientes. La mayoría gente gorda.
Cuando yo tenía 6 años vino a la modistería, o sea, a nuestra casa, una persona muy peculiar. Era de mi altura, pero más robusto y tenía la cabeza mucho más grande. No sabía si era un niño o un adulto. Trabajaba en un circo y quería reparar su disfraz de payaso. Cuando se fue, mi madre me explicó que era un enano.
Una semana después el enano volvió acompañado de un chico joven, delgado, de cara afilada y blanca. Sus ojos eran muy pequeños de color verde esmeralda. Se dirigió a mí:
– Hola, chico ¿cómo te llamas?. – Sus ojos me hipnotizaron.
– Me, me, me llamo Diego.- Estaba realmente asustado.
– Yo me llamo Snake que significa serpiente. ¿Quieres ser mi amigo?
– Sí.
Desde ese momento y hasta el día de hoy, Snake es más que mi amigo, es mi hermano mayor. Vive y trabaja en el circo desde que nació. Con 20 años ya era el director y el dueño del circo Korona. Gracias a él he visto y aprendido cosas que ni te podrías imaginar.
Hicimos negocios y amistades con el circo Korona. Ganamos mucho dinero y vivimos experiencias y aventuras increíbles. Fue una etapa de mi vida maravillosa. Cada año, Snake encargaba a mi madre la renovación de todo el vestuario del circo. La situación económica había mejorado mucho y mi madre por mi octavo cumpleaños me regaló un viaje a España. Fuimos a buscar a mi padre…
Diego hablaba y hablaba y todo lo que decía era muy interesante pero seguía sin saber por qué me contaba todo esto y que quería o esperaba de mí.
– Santiago, ¿te pasa algo?- había leído mis pensamientos.
– No, por supuesto que no.
– Te preguntarás por qué te cuento todo esto, ¿sí?.- Su mirada ahora era ausente.
– Un poco sí.
– Pues te cuento todo esto porque quiero que me ayudes a encontrar a mi padre.