
Capítulo 9: Entre la vida y la muerte
Diego Byk volvió a soñar que se encontraba con su padre en el mismo puerto de algún pueblo costero, pero esta vez, el mar estaba intranquilo y el cielo no era azul, sino blanco.
Diego se sentó al lado de su padre y comenzó a hablar con él:
– Hola papá, siempre te encuentro en mis sueños. ¿Crees qué algún día nos veremos en el mundo real?
– Hola hijo, eso no debería preocuparte ahora. Tu mayor preocupación debería ser la de sobrevivir.
– ¿Qué?
– Casi te mueres…
Un fuerte viento huracanado empezó a soplar con mucha fuerza y olas gigantes rompían contra el puerto. El ruido era ensordecedor y Diego no escuchaba nada de lo que decía su padre, solo veía como movía los labios.
De repente una ola de más de 10 metros cayó sobre ellos y los arrastró al fondo del mar. Diego escuchó una voz lejana: Diego, Diego, Diego. Parecía la voz de su padre así que nadó, nadó y nadó pero no conseguía llegar a la superficie. Se estaba ahogando. De nuevo la voz: Diego, Diego, Diego… Ahora veía una luz y escuchaba también una voz de mujer que parecía la de su madre: Diego, Diego, Diego…
Diego se despertó de un sobresalto. Enfrente de él, un doctor y una enfermera lo observaban con cierta preocupación. Una luz blanca e intensa le molestaba e impedía ver con claridad dónde se encontraba. Estaba mareado, sudado y tenía la boca seca. La enfermera se acercó y le dio un vaso de agua.
– Hola Diego, ¿hablas español?- Su tono era suave.- ¿Cómo te sientes?
– ¿Dónde estoy? ¿Qué me ha pasado?- preguntó mirando desorientado para todos los lados.
– Estás en el hospital del Niño Jesús, en Madrid. Te golpearon muy fuerte en la cabeza y perdiste el conocimiento. Alguien te trajo hasta aquí y nosotros te curamos.- La enfermera hizo una breve pausa como si tuviera que pensar cómo seguir-. Llevas tres días aquí. Temíamos por tu salud y tu vida pero parece que estás fuera de peligro.
– Más agua, por favor.
Diego, a pesar del fuerte dolor de cabeza y de haber estado inconsciente 3 días, se empezaba a ubicar. Recordaba que estaba en la calle del Pez enfrente de la Tasca Dourado y que una sombra se le acercó. Recordaba el dolor del golpe que todavía duraba. Recordaba la cara del taxista. También recordaba el calor. Ahora tenía frío.
– ¿Se sabe quién fue? ¿Se sabe por qué me agredieron?- Su tono mostraba entereza.
– No, la policía está investigando.- Esta vez fue el doctor el que respondió a Diego.
– ¿Cuándo podré hablar con la policía?
– Aún tienes que recuperarte porque…- Diego interrumpió bruscamente al médico.
– ¡Quiero hablar con la puta policía ya!
Diego levantó la voz asustando a la enfermera y al doctor. Los dos abandonaron la sala sin despedirse de él. Diego se quitó todos los tubos de suero, se levantó de la cama pero un policía gordo y con bigote entró justo en ese momento.
– ¿Adónde crees que vas?
– Pues iba a buscar a la policía pero ya que usted está aquí podía aclararme algunas preguntas. ¿Sabe usted por qué me golpearon? Por favor, explíquemelo.
Diego se sentó en la cama y el policía en una silla a su lado. Se tocó el bigote y comenzó a hablar.
– Últimamente están pasando cosas muy extrañas por esta zona: peleas, asesinatos, suicidios, gente que desaparece, destrozos de mobiliario urbano, gente muy rara. Sinceramente y, sintiéndolo mucho, no me sorprende lo que te ha pasado. Desde hace algunos años se están asentado cada vez más mafias por aquí (la rumana, la búlgara, la albanesa-kosovar, la polaca, la china…) Esto es un polvorín.
– Ya, pero ¿qué tiene esto que ver conmigo?
– No te hagas el tonto Diego.- El policía se puso realmente serio.
– ¿Qué? Yo no tengo ninguna relación ni nada que ver con ninguna mafia. ¿Qué dice?
– ¿No?- Preguntó con ironía-. Entonces, ¿qué haces en España y por qué buscabas a Diego Dourado?