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Carolina entró a la casa de su madre, sorprendida por el episodio que acababa de vivir. No sólo porque se había encontrado con su padre luego de 30 años de no verlo, sino por el modo: ella subiendo a un taxi y el conductor del taxi, su papá, llevándola a la casa de su infancia, esa que habían compartido tanto tiempo atrás.

En cuanto vio a su mamá, la abrazó pero no le dijo nada del encuentro, trató de concentrarse en consolarla por el violento y traumático momento que, casi siempre, es un robo. La ayudó a serenarse y a ocuparse de las cosas prácticas de la situación. La policía zonal les envió un patrullero a controlar su casa durante la noche. Carolina había decidido quedarse a dormir allí para acompañarla.

Ya de madrugada, con su madre dormida, sentía que tenía que contarle a alguien lo que le había pasado en el taxi o iba a explotar.  Y empezó a twittear la historia en la red social. Fueron 10 o 12 twits que mandó como una catarata de desahogo, casi sin pensar, como si le estuviese contando a una sola amiga. La diferencia era que estaba lanzando al ciberespacio una historia que miles de almas leerían, casi instantáneamente. Y los mensajes no tardaron en llegar: amigos, colegas, conocidos, desconocidos, cientos de palabras de sorpresa, de apoyo, de aliento, de emoción le llegaron en minutos. Se fue a dormir con el corazón que se le salía del pecho.

Al día siguiente recibió una llamada de teléfono de un medio muy famoso de argentina (unos de los diarios más populares). Ella estaba acostumbrada a hablar con los medios, por su trabajo lo hacía habitualmente, sólo que ésta vez el periodista le dijo que querían entrevistarla a ella personalmente, para que cuente su historia develada el día anterior por Twitter. No podía salir de su asombro, en ese momento tomó dimensión de los hechos. Su historia sería publicada, como noticia, en unos de los diarios más leídos del país. Tenía que hablar con su madre y con su hermana sin demora, no podía permitir que se enteren por otro medio que no sea ella misma. Cuando les contó, su mamá le dijo que pensaba que algún día ocurriría algo así y su hermana no lo podía creer.

Mientras esto pasaba en la casa materna de Carolina, en la casa actual de su padre, éste le contaba a su nueva mujer su versión de los hechos: una chica había tomado su taxi y la había llevado hasta la casa de sus hijas. No la había reconocido. Seguramente el mecanismo de la negación había podido más que la sorpresa. Luego de que la noticia salió publicada su padre la contactó por Facebook y se encontraron a tomar un café.

Portada del libro "Taxi".

Carolina publicó un libro llamado Taxi donde cuenta esta increíble gran historia. Una historia de ausencia, de perdón, de azar y destino. Una de esas historias en que la vida demuestra que todos pertenecemos a una compleja red interconectada y que, por lo general, nos tiene preparadas sorpresas que ni nos imaginamos.

Carolina Ortega cuenta su historia, en primera persona:

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Soy Paula, nací y viví 33 años en Buenos Aires, Argentina, donde estudié y trabajé en Publicidad. Luego me vine a vivir a las sierras de Córdoba, a un pueblo del interior de la provincia, en el centro del país, buscando un cambio de vida. Llegué de la mano de mi marido, en aquel tiempo mi novio, hoy padre de mis dos hijos. Estoy aquí hace poco más de una década y desde que llegué hice varias cosas que alterné con la maternidad y la vida de familia. Al año de haber llegado también comencé a escribir, convirtiéndome en redactora free-lance y colaborando con algunas revistas, tarea que aún mantengo porque me encanta. Me gusta leer, caminar en los días soleados y en los nublados también, no perderme las películas del cineclub, cocinar galletitas para mis hijos, hacer yoga, tomar café y, como soy nostálgica, siempre pienso qué estaría haciendo en Buenos Aires. Aquí me hice nuevos amigos, me mudé varias veces de casa y siempre sueño con viajar. ¡Hola! Hablemos.