
No dominas el español. Te faltan palabras o, a veces, no puedes decir lo que piensas. ¡Vamos a ayudarte! Resulta que puedes decir muchas cosas con pocas palabras. Vas a ver.
En español existen muchos mecanismos para no repetir información en una conversación. A veces, incluso, una conversación de ahora no repite algo de una conversación o situación de hace mucho tiempo. Y eso puede ser un problema para los que tenemos poca memoria y para los que estudiáis nuestro idioma.
Explicar por qué hablamos así es complicado (y hay que hablar de psicología, neurología, filosofía del lenguaje y seguro que más cuestiones), así que esta entrada es para ayudarte a entender algunas cosas. Siendo técnicos, podemos llamar a esta entrada «Aproximación pragmática a las elipsis convencionales propias del lenguaje hablado», pero igual es más claro si lo llamamos…
Cuando hablamos de cosas pero no las decimos
¿Se entiende un poco de qué vamos a hablar? La idea es ayudarte a entender cosas como la frase que hemos usado en el titular: Pues nada, lo dicho. Si tal, ya hablamos. En realidad, estoy casi seguro de que entiendes todas las palabras o casi todas si las ves una a una. Las has visto antes, las has usado en otras situaciones… Pero si lees todo seguido ¿puedes saber qué intenta decir la persona que dice esa frase? Seguro que no, te falta información, te falta contexto. Es normal. A continuación, vamos con algunos casos bastante frecuentes.
Contexto directo

Notificación de Instagram: tu amigo español ha comentado esa foto que hiciste a tu desayuno perfecto del otro día. Llegas al comentario y descubres que no es:»¡Ese desayuno tiene un aspecto tan delicioso que solo con ver la foto siento ganas de comer todo lo que veo en la foto!». No. En lugar de todo eso, ha escrito: «¡Qué hambre!». ¿Por qué? Pues porque con solo esas dos palabras quiere decir lo mismo y lo hace. Dos palabras pueden transmitir lo mismo que veintiséis (o más), esa es la verdad.
En otro contexto, con esas palabras podemos expresar que sentimos hambre (¡Qué hambre [tengo]!), pero aquí, al ver una foto de comida, decir que solo con ver la imagen sentimos hambre no es literal y, en realidad, significa que esa comida nos parece apetitosa y deliciosa.
Otras formas parecidas son:
1.- Viendo una película o escuchando una historia (real o no) a alguien, en vez de decir:
- Este momento de la película/historia me ha provocado mucho miedo.
Decimos:
- ¡Qué miedo/cague!
2.- Viendo o escuchando que alguien sufre, incluso algo no grave, no decimos:
- La situación que vive esta persona me provoca un sentimiento profundo de compasión.
Decimos:
- ¡Pobre!
En este caso, por supuesto, también es posible decirlo con sarcasmo o ironía.
Contexto no siempre obvio
Como has visto, los ejemplos de antes tienen un significado concreto en una situación concreta. Hay una convención sobre lo que significa cada expresión.
Sin embargo, hay situaciones donde una palabra se refiere a una idea completa que puede ser muy compleja y elaborada (cuanto más compleja y elaborada, más posible es que al hablar intentemos no repetirla). En estos casos, necesitas recordar las cosas que se han dicho antes en la conversación (a veces, puede ser incluso de una conversación de otro día). Te explicamos lo que quieren decir estas expresiones, pero siempre vas a necesitar escuchar con atención a la persona que te habla si no quieres perderte.
1.- Después de comentar varias opciones de planes, para llegar a una conclusión, no decimos:
- Hablaremos si se da una condición que yo creo que tú ya sabes porque hemos hablado de ello antes en algún momento y que no voy a repetir ahora porque es muy largo de explicar y parece innecesario.
Decimos:
- Ya hablamos si eso/tal.
2.- Cuando después de explicar detenidamente las posibles consecuencias negativas de una acción, la otra persona decide que va a ignorar nuestros consejos y advertencias, no decimos:
- No voy a volver a explicarte mis motivos y razones para aconsejarte que no hagas eso que quieres hacer, así que acepto que no vas a cambiar de opinión y te aviso de que debes pensarlo bien o aceptar las consecuencias.
Decimos:
- Tú verás.
Por ejemplo:
– Me han dicho que en este restaurante indio, la comida es muy muy picante.
– Humm, el picante me hace daño al estómago, pero creo que quiero probar.
– Tú verás.
– ¡Aaaaaaaaaaah!

3.- Un poco lo contrario de lo anterior. Cuando alguien nos explica sus razones y motivos para llegar a una conclusión que no nos parece correcta, no decimos:
- Tengo serias dudas y creo que eso que has dicho no es correcto, pero supongo que el tiempo me dará la razón o no.
Decimos:
- Ya veremos. (Como amenaza, una advertencia de las consecuencias que creemos que habrá seguro).
En esa misma situación, si lo que pasa es que no queremos seguir intentando convencer a esa persona de sus errores, no decimos:
- No acepto tus argumentos ni razones, pero no quiero discutir más porque veo que no me escuchas ni piensas cambiar de opinión.
Decimos:
- Lo que tú digas.
Si usamos un tono irónico puede significar «Estás totalmente equivocado/a».
Por ejemplo:
– Está claro que el verano, el otoño, el invierno y la primavera existen porque desde Marte una agencia secreta controla unos satélites que son los que cambian el clima periódicamente y a veces fallan y por eso algunos días de otoño son más calientes que algunos días de primavera y…
– Lo que tú digas.
– Veo que no me crees. Pronto empezará una guerra por el control de esos satélites y todos sufriremos las consecuencias.
– Ya veremos.
