
Se acerca poco a poco a su final esta historia de Sergio Moran que hemos estado compartiendo contigo. Si no has leído los capítulos anteriores, ya sabes que los tienes aquí. Este es el anteúltimo capítulo así que la próxima semana podrás ver el final. Sin más rodeos, aquí tienes esta nueva entrega:
Me costaba contener la risa, y disimulaba mientras miraba de reojo a mi joven compañero del asiento catorce. No son más que números sin importancia, me repetía. Pero la casualidad no dejaba de ser divertida. Tenía la misma edad que yo cuando hice mi primer viaje. Y tenía la misma expresión, el mismo gesto de nervios mal contenidos.
Lo más curioso era que yo, a mi edad, mis canas y mi sonrisa divertida, debía causarle la misma impresión que el señor de la pajarita me causó a mí.
No pude contenerme.
– ¿Nervioso? – le pregunté.
– No no… yo… un poco… – respondió casi avergonzado el adolescente.
No. No podía contenerme.
– ¿Cómo se llama la chica? – el chico se quedó clavado en el sitio y giró lentamente la cabeza hasta mirarme a los ojos.
– ¿Cómo… sabe…?
– Siempre es una chica – Respondí divertido.
Me levanté y bajé el ramo de flores del reposa maletas. El chico me miró boquiabierto y confuso mientras se lo entregaba.
– Toma, llévale flores, quedarás como un caballero. – El chico no sabía aún cómo reaccionar, y se resistía a cogerlas. – Tranquilo, yo me quedaré con una para mi amiga, estoy seguro de que no le importará.
El adolescente asintió lentamente, cambiando su gesto de sorpresa por una sonrisa de gratitud.
– ¿Por qué…? ¿Por qué me las da? – consiguió preguntar finalmente.
Le sonreí amable.
– Hace veinte años un señor me regaló un ramo de flores para dárselo a una chica que iba a visitar en un autobús parecido a éste. – le expliqué – Me parece justo devolverle el favor al… universo.
El chico asentía, demasiado nervioso como para pensar que se había sentado junto a un loco, y parecía creerse mis palabras. Escogí un clavel blanco del ramo de flores rojas y blancas y me lo guardé en la chaqueta.
– ¿Puedo preguntarle…? ¿Qué tal le fue con esa chica? ¿Siguen juntos?
– No… No… – negué – Ahora vivo con mi novia, en Tudela. Pero la chica nunca dejó de estar presente en mi vida. Todos los años la sigo yendo a visitar.
El chico no pareció contento con mi respuesta.
– La vida… puede dar muchas vueltas. Nunca sabes cómo va a acabar el viaje. – le respondí finalmente – Eso es lo mejor.